Nací, en la que fue alguna vez la ciudad más austral del mundo. Crecí, en lo que llegó a ser el país distante. Vivo, en la encrucijada de una ciudad cosmopolita. Son mis residencias donde se funda la poesía que me auxilia, que me da el último aliento. Creo, con la certeza de mis contradicciones que el ejercicio de escribir es un mero capricho, un refutar al ser. Todo es efímero, no hay lenguaje que valga, ya hablaremos otro y de este apenas quedarán las interpretaciones.
LA LUNA CAE EN FITZROY
La luna
cae a los tejados y rueda por los callejones
en Fitzroy la luna cae y tú en algún lugar
empequeñeces.
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Te busco
por esta ciudad rasguñando las paredes
que esconden tu nombre
lo bello lo más hermoso lo
ignoro /me voy por
lo oscuro.
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Busco en cada atardecer
la luna rota que se bifurca y pierde en cada esquina
busco tus ojos amarillos tus pasos ligeros.
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Los bolsillos
no dan más que para un café sin embargo me gusta esta ciudad.
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Aquel que no tenga lunas en sus ojos
no podrá entrever tu mirada
ni la sombra de
tus pasos.
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No sé si evoco
paredes perdidas
o a la luna en picada cortarse
por
una esquina.
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Tengo una mujer metida en los ojos rodando sin parar
ajena
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Se cruzan las miradas y caen
un abismo indescifrable las separa.
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Ojalá tu mirada se extravíe
y caiga
es mi último deseo
el más
encontrado.